Fronteras


Lo escribo para que no se me olvide.
Últimamente, cuando se lo cuento a la gente, tengo una sensación creciente de surrealismo, como si no fuera a mí al que le pasó todo esto, como si lo hubiese sacado de una película antigua… y lo escribo por si pensáis que esto no puede pasar en nuestros días.
Lo cuento para que algún día cuando lo vuelva a leer sepa que fue real y no distorsione nada todo lo que me pasó. Ahí va:

Resulta que, antes de viajar a Bolivia los 5 meses, me planteé cómo tenía que arreglar el tema de visados, algo importante cuando vas fuera de tu país, comunidad fronteriza,porque sí, nos estamos malacostumbrando aquí en Europa a esto de pasar de país en país y que no te pidan ningún tipo de documento ni tengas que rellenar un formulario. Al hablar con una persona con cierta experiencia en el tema me recomendó lo siguiente: estar como turista el tiempo permitido (90 días), salir del país antes de que se cumpla el plazo y volver a entrar de nuevo como turista y estar otros 90 días. Y esto se sigue recomendando, y AVISO, ya no se puede hacer así. Quizás antes podías salir, tomarte un café en Perú o Argentina y volver a entrar como si nada hubiese pasado. Pero ya no. Ahora a los turistas solo se les permite estar 3 meses POR AÑO en el país. Es decir, estás de abril a junio y hasta abril del siguiente año no podrías regresar. Es una cosa que no se entiende, pero bueno, es así. Esto lo sé ahora, pero en su momento yo entré a Bolivia como turista, siguiendo las recomendaciones que me habían dado.

A esto que va llegando la fecha de cumplir los 90 días en Bolivia, y pienso en el viaje a Perú, a ver a un amigo durante unos días, para volver a entrar sin problema. Hablando con gente y preguntando un poco, enseguida me informo de que lo de salir y volver a entrar ya no es posible, han cambiado las leyes y ahora eso no está permitido. Bien. Fui varios días a la oficina de migraciones de Potosí a preguntar cómo podía salir y volver a entrar sin tener dificultades, y cada día volvía sin obtener una respuesta clara de mis «colegas» de oficina. Como ya tenía planeado el viaje y estaba metido en la rueda del noséquémáshacer, salí de Bolivia sin tener seguro cómo podría volver, pensando en arreglar todo en la embajada de Bolivia en Cuzco.

Desaguadero

Al pasar la frontera de Bolivia-Perú, en Desaguadero, tuve que pagar 20 bolivianos (2 euros) por cada día que había estado de más, habiendo cumplido los 90 días. Pagué unos 2o y pico euros. Y además, no sellé la entrada en Perú. No me preguntéis ahora porqué no. ¿Estaría dormido? (son muchas horas Potosí-La Paz-Cuzco en autobús) ¿Quizás me pensé que el control vendría más tarde y nos obligarían a entrar? ¿O simplemente me imaginé como en Europa que pasas de España-Portugal como Pedro por su casa? Creo que un poco de cada es la mejor explicación.

En fin, la situación es que llegué a Cuzco como «ilegal». Y sin saber cómo volver a Bolivia.

A partir de aquí, mi idea era ir al consulado de Bolivia en Cuzco, consultar todo el tema para poder sacarme un visado como voluntario/cooperante y que además fuese gratuito. Pregunté todo esto y la única respuesta un poco útil que recibí fue que para sacarme un visado de cortesía (que era el visado que yo buscaba), tenía que irme a Lima y preguntar allí en la embajada de Bolivia. Bien. No estaba en mis planes hacer tal cosa, por tiempo (un par de días más al menos), por dinero, por el viaje en sí… nada, decidí arriesgarme a volver a entrar en Bolivia como turista (otros 90 días) sin que viesen en Desaguadero los sellos de mi anterior estancia. ¿Cómo? Muy fácil y sencillo, pegando las páginas del pasaporte donde estaban estos sellos. Si vieseis cómo era el puesto fronterizo de Bolivia en Desaguadero entenderíais que quisiera hacer tal cosa, ya que los registros informáticos a nivel nacional es algo de lo que todavía carecen allá. Y sí, yo pensaba en volver a entrar en Bolivia; quizás lo de salir por Santa Cruz (donde algún ordenador tendrían) a mi vuelta a España sería distinto, pero mi objetivo principal era ese, regresar sin más problemas a Potosí para continuar mi estancia.

Pasan los días en Cuzco, magníficos, y llega la hora de regresar a Bolivia, en el mismo bus que de vuelta: Cuzco-La Paz. Y ahí voy, con mi pasaporte de páginas pegadas… Y ahora es cuando llega el problema de no haber sellado la entrada en Perú. Obviamente, pasé la frontera sin sellar salida peruana y cuando me iban a sellar la entrada boliviana me piden precisamente esos sellos, la salida de Perú. Aquí empieza lo bueno. Como no tengo esos sellos y los necesito para entrar en Bolivia, vuelvo a la parte peruana, a la oficina de migraciones a ver si me pueden sellar la salida. Pero claro, ellos necesitaban la entrada a Perú para sellar la salida, y para sellar tal entrada necesitaban la salida de Bolivia, de al menos ese día. La idea era: salgo ese día de Bolivia, entro y salgo de Perú en el mismo día y vuelvo a Bolivia, como turista claro. Resumo un poco todo porque fueron varios paseos que me dí pasando el puente de Desaguadero hasta que supe todo esto. Sellar la salida de ese día de Bolivia suponía pagar la diferencia de días que había estado en Cuzco, y con todo el lío la funcionaria de la oficina de Bolivia ya me había visto los antiguos sellos. Soy yo el que pregunta si haciendo todo eso que me pedían me iban a volver a dejar entrar de todas formas como turista otros 3 meses, sin mayores problemas, a lo que me contesta que no, que ya se pasaron los 90 días anuales que puedo estar. La única solución que me da es ir hasta Puno (totalmente fuera de mi ruta) y sacar un visado por objeto determinado (que no es gratis, vale unos 60 euros). A todo esto, mi autobús a La Paz (y sus pasajeros) están esperándome fuera. Un poquito harto de no encontrar la solución que quería, les cuento que de todas formas tengo el viaje a La Paz para hoy y no puedo retrasarlo, y que voy a entrar aunque no tenga los sellos correctos. La indiferencia boliviana (un poco generalizada entre la población) de la funcionaria y de los guardias (policías, militares, no sé…) que estaban observando todo me deja pasmado, así que salgo y les cuento todo el rollo a los conductores del bus. Muy amables, me explican que llegando a La Paz hay un control militar de pasaportes y que cuando llegue me llamarán para pasar a la parte de delantera del bus, donde van ellos, ya que ahí no entra el militar revisor de documentos y podría pasar sin problemas. Ellos no quieren retrasar su llegada a La Paz con ningún tipo de problema y tampoco crear problemas a los pasajeros, así que su decisión me parece, por lo menos, la más viable.

Llega el momento. Se para el bus. Miro por la ventana el puesto militar. Yo, tranquilamente en mi asiento de la planta baja del bus. Uno de los conductores abre la puerta de su cabina y me da una señal. Cojo rápidamente todas mis cosas (no puede haber evidencias de mí en el bus) y sigo al tipo a la parte delantera. Me indica un cuartito/armario grande donde se guardan las mantas del bus, y ahí me meto, con abrigo y mochila a medio cerrar. En ese momento oigo al militar entrar y recorrer todo el bus. Cuando pasan unos 5 minutos, el autobús arranca y el amigo conductor me dice que ya puedo salir. Vuelvo a mi sitio con total normalidad. Prueba superada. Respiro.

Llego a La Paz, paso el finde con unos amigos y regreso a Potosí. Quería solucionar todo el tema del visado allí mismo, en la oficina de migraciones y que por supuesto, la Pastoral de Cáritas me echase una mano. Resulta que en esos días estaba una estudiante de la universidad pasando sus prácticas de Relaciones Internacionales en la organización, y en ella se apoyaron para que me ayudase.

Tras varias visitas de nuevo a la oficina de migraciones y con una mejor atención (mi nueva amiga ayudaba), consigo solucionar todo de la siguiente manera. Me hago un visado por objeto determinado (60 euros) que es válido para un mes (lo que me queda) y además pago una multa por evasión de frontera (30 euros). Con esto, se supone, está todo solucionado.

De nuevo el tiempo pasa y llega el día de regresar a España, o lo que iba a ser más difícil, salir de Bolivia. Es 21 de junio, día del nuevo año Aymara. Se celebra en toda Bolivia viendo el amanecer del dios Inti (Sol). Estoy con una amiga en Cochabamba y por supuesto no nos podemos perder esta fiesta/ritual del amanecer. Con sus amigos y saboreando coca al calor de las k’oas, esperamos pacientemente a que amanezca, jugando con el tiempo de salida de mi avión de Cochabamba a Santa Cruz (primer vuelo). Y arriesgamos mucho, así que, aun sin llegar a amanecer, nos despedimos y rápidamente empieza la carrera por llegar al aeropuerto a tiempo. Carrera en taxi a casa a por las maletas (dos más la de mano) y de nuevo veloces al aeropuerto. Como en una película, pagamos un poco más si el taxista se da caña. No sirve de mucho puesto que al llegar al aeropuerto ya han cerrado la facturación de maletas, y rogando, consigo que me dejen subir una conmigo al avión. Con mil disculpas por parte de mi amiga, dejo una de las maletas (la que llevaba regalos básicamente) en Cochabamba. No puedo entretenerme más, así que me despido y pongo rumbo a Santa Cruz.

Al llegar tengo más tiempo hasta el nuevo vuelvo (Santa Cruz-Madrid), así que ya todo con más calma. Me llama mi amiga y me dice que ha conseguido enviar mi maleta como paquete en otro avión que llega a Santa Cruz a tiempo para facturarla en mi otro vuelo. Después de preguntar en un sitio y en otro consigo recuperarla (¡por fin!). No se explican que esa maleta venga de Cochabamba porque según ellos vino hace horas de Tarija, que es lo mismo que si algo que te envían de Barcelona a Madrid te dice que eso llega días y que vino en un vuelo de Sevilla. Inexplicable, pero no quiero preocuparme más. Lo importante es que tengo mi maleta en mi poder. Y ahora sí, facturo ambas con tiempo y todo parece ir bien al fin. O eso creía yo, porque el momento más angustioso estaba aun por llegar.

Estoy en la cola de revisión de pasaportes, listo para entrar a la puerta de embarque, con unos 40 minutos antes de la salida del avión. La gente va pasando poco a poco y sin problemas. A esto que va llegando mi turno y un policía decide echar un vistazo a mi pasaporte antes de que lo revise el funcionario correspondiente. Pone una cara rara y me dice que espere. Va donde otro colega y empiezan a comentar mirando las páginas de mi pasaporte. Debe ser curioso porque entre los sellos antiguos, los del nuevo visado, los del pago por evasión de frontera y el resto, se deben estar haciendo muchas preguntas. Así que me llaman y me piden explicaciones. Va toda la historia de nuevo. Creo que hasta se ríen cuando ven el sello del Machu Pichu en mi pasaporte (la única evidencia de que estuve en Perú). Como veis, la fecha se truncaba al sellar, y todo esto más la historia de cómo entré les debe resultar bastante inverosímil.

mi sello de Perú

mi sello de Perú

Al rato, tengo que contar lo mismo al director de la oficina. Resulta que los códigos del visado que me han hecho en Potosí no cuadran con los de mi pasaporte: se supone que la nueva entrada es desde Chile y no desde Perú como les estaba contando. Después de hacernos entender costosamente, el director me pide los resguardos de los pagos del visado y de la multa, que por casualidad cogí en el último momento y metí, sí, en la una de las maletas que están ya facturadas. Ahí ya los de migraciones poco pueden hacer. Fantástico. Les pido entonces que hagan el favor de llamar a un funcionario del aeropuerto que me ayude a poder bajar a coger esos resguardos y cuando llega uno, vuelta a explicar toda la historia. A todo esto, el tiempo pasa, y la hora de salida del avión se acerca. El funcionario, un poco más simpático que los policías y el director de la oficina, llama por walki a sus compañeros que están en las bodegas de los aviones, para ver si es posible lo que le pido. Por el walki oigo yo mismo: «imposible sacar nada ya…las  maletas están dentro ya.». Perfecto. Pero resulta que un avión no puede despegar si el pasajero no embarca y sus maletas están dentro del avión (cosa que hasta ese día no sabía) así que tienen que buscar mis maletas para dejarlas en tierra si yo al final no consigo pasar el control. A todo esto ya me empiezo a poner nervioso por la gran ayuda que recibo. Estoy sin saldo en el móvil (se me agotó llamando al directo de la Pastoral en Potosí), estoy casi seco de bolivianos (la tasa por salir del aeropuerto es magnífica) y el tiempo sigue corriendo, con lo que quedan pocos minutos para que el avión despegue. Esta desesperación hace que subo mi tono de voz, y como consecuencia llega una funcionaria-jefa del aeropuerto a ver qué está pasando. Me aconseja que no grite al director ya que así solo iba a conseguir lo contrario de lo que buscaba (¡¿qué culpa tenía yo de que sus compañeros de Potosí lo hiciesen todo mal?!) y por fin, después de insistir, consigue que baje con su compañero a buscar los resguardos a mi maleta. Me dan un chaleco reflectante y pasando todos los controles vamos a la bodega, ya en pista, donde están mis maletas separadas del resto (dispuestas a quedarse supongo). Cojo a toda prisa los resguardos y ordeno a la gente que me observa que vuelvan a meter mis maletas en el avión.

La hora de salida del vuelo ya ha pasado, pero ahí sigue el avión, y cuando paso de nuevo los controles de vuelta, veo que ya queda poca gente para embarcar. Llego con los resguardos a la oficina del director de migraciones, que, sin casi mirarlos, los coge y me sella el pasaporte que amablemente me han guardado durante más de tres cuartos de hora. Entrego el chaleco y doy las gracias por todo al funcionario que acompañó. Paso de nuevo el control y llego a la puerta de embarque, con las últimas cuatro personas que quedan por entrar. Un nuevo control de drogas, con perros adiestrados, es lo que me ha salvado de que el avión no salga a tiempo: es lento y exhaustivo. Pero al fin, entro en el avión y me siento en mi plaza, sudando y sin moverme ya de ahí. Objetivo conseguido.

El resto del viaje y la llegada a España fue sin problemas, pero el día que pasé para salir de Bolivia compensó toda la tranquilidad posterior.

Conclusiones de todo esto: muchas. Prever con tiempo los visados es, en definitiva, la más importante, pero de todo lo vivido se aprende, y la experiencia que tuve con los visados, con los funcionarios de migraciones, con la policía, militares y demás gente con la que tuve que tratar no me la quita nadie, ni para lo bueno ni para lo malo. Ahí queda esto, como dije al principio, para que en próximos años lea y no olvide que esto me pasó hace ya casi un año, tal y como lo cuento. Y que conste también que, aunque tuve momentos de pensar lo contrario, deseo volver a Bolivia y a Potosí en cuanto pueda. Porque al fin y al cabo, son estas experiencias, las buenas y las no tan buenas, las que recordamos por tiempo, y mientras pueda, quiero seguir viviéndolas.

pasaporte legal

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Minería en Potosí

La minería en Potosí lo es todo. Potosí existe porque existe esa montaña triangular rellena de plata, zinc y estaño, y demás minerales rocosos menos valiosos. El Cerro Rico. Si hay casas aquí, y si la gente vive aquí, es porque se puede trabajar de minero, además fácilmente. Uno llega, habla con 2 o 3 personas indicadas y enseguida le dan su casco con su linterna para que entre en alguna boca de mina. Eso sí, el mono de trabajo y los zapatos corren de su propia cuenta. Y a partir de ahí forma parte del colectivo laboral sin duda más numeroso de Potosí.

El Cerro Rico lleva dando riqueza en forma de mineral por más de 500 años. Primeramente, explotada por lo españoles colonizadores de la época, y después, cuando ya mucha de la plata había sido extraída, por parte de los propios bolivianos, ya independizados. Bolivianos sí, pero no particularmente de Potosí, porque uno podría imaginar que una ciudad que posee tal fuente de recursos debería ser al menos rica y ostentosa. Ni mucho menos es como se piensa. Las distintas entradas al Cerro son propiedades de cooperativas (aunque intuyo que no cooperativas como pensamos en España) ya que los propietarios (por eso digo que suena raro) de esas cooperativas son los que se llevan la mayor parte de los beneficios que los esforzados mineros realizan para extraer los minerales. En realidad el proceso podría resumirse de esta forma:
1. Mineros (siempre hombres) que entran en el interior del cerro y se encargan de hacer agujeros en lugares estratégicos para la dinamita. La explotan y sacan la desmenuzada roca al exterior. A veces en vagonetas y a veces en sacos echados a las espaldas.

2. Antes existía más a menudo la figura del palliri, que era un seleccionador de rocas, separaba las que valían de las que no y así a los laboratorios iba un mineral más puro. Estos podían ser ya mujeres, o niños. A las mujeres les está prohibido entrar dentro de las minas. Pero ahora directamente, los volqueteros agarran sus palas y carretillas y de eso que extrae el primer grupo cargan los camiones que suben y bajan constantemente.

una palliri

3. De ahí, la roca y minerales pasan a los laboratorios, donde se analiza y se separa, identificando bien su calidad y pureza, un paso muy importante a la hora de determinar el precio.

4. Y, finalmente, se distribuye por las diferentes industrias que reclaman la materia prima, que como digo, no se encuentran en Potosí.

Así que os podéis hacer una idea del proceso, y de que por mucho que valga un mineral hay que repartir su valor entre bastantes productores.

Mineros y volqueteros trabajan más de 8 horas por día inhalando constantemente polvo de roca, aumentando su probabilidad de sufrir enfermedad por causa de la silicosis y/o pulmonías y obviamente disminuyendo la duración de sus vidas. Ya dije en otro post que Potosí tiene la esperanza de vida más baja de toda Bolivia, y mucho se debe a esto que explico.

Por todo el esfuerzo que hay que dedicar y la peligrosidad del trabajo, al Cerro Rico y a su hormiguero interior se les tiene un gran respeto. Existe en todas las bocas de mina una figura llamada ‘tío’, representación del demonio y que se dice poseedora de las minas, al cual se hacen ofrendas para poder sacar el metal de las entrañas de la montaña. Todos los mineros respetan bastante esta creencia (digamos que realmente se lo creen) y por eso siempre esta figura está colmada de coca, de alcohol, tabaco y bien adornada. Además de esta tradición, también se hace un ritual consistente en degollar a una llama y manchar la entrada a la mina con su sangre para bendecir a la Pachamama y que ésta no traiga desgracias a los mineros.

La minería es también la principal atracción turística de Potosí. Existen empresas que se dedican exclusivamente a proporcionar al turista una experiencia sin duda inolvidable: estar en el interior de una mina de 2 a 3 horas. Estos sí, te proporcionan además del casco y la linterna, mono y botas para que el servicio no desmerezca con la suciedad propia de la mina. Se recomienda además acompañar la visita de cigarros y coca, la cual se regala a los mineros como agradecimiento por dejarse ver en su trabajo. No he formado parte de uno de estos grupos, pero conozco el interior de la mina gracias a otras personas que han estado trabajando (cuando eran nada más que niños) y que, haciendo un favor, se han prestado a enseñar, en media hora más que suficiente, el interior de una de las minas: con su ‘tío’, sus caídas de más de 30 metros, sus huecos para la dinamita, vetas de zinc que se reservan para periodos de escasez y demás características e inclemencias que pueblan el interior del Cerro.

Pongo a continuación unas leyendas que me han parecido interesantes sobre la creación de Potosí, claro está, ligada al Cerro Rico:

De acuerdo con muchos cronistas coloniales, cuando el Inca Huayna Kapac envió gente a trabajar a las minas del Sumaj Ork’o (que quiere decir montaña majestuosa), se oyó un espantoso estruendo y una voz que dijo: “No saquen plata de este cerro, porque será para otra gente”. Asombrados y llenos de miedo, escaparon del lugar repitiendo la palabra «Pptojsi», que en idioma quechua significa “reventar”. Esto sucedió 83 años antes de la llegada de los españoles a Potosí.

Existe otra versión que indica que la palabra Potosí deriva del vocablo aymara-quechua «Pptoj», que significa “brotar”, lo cual se justifica por el gran número de manantiales que rodean las faldas donde está edificada la ciudad.

La leyenda dice que en 1545, el indio Diego Huallpa andaba por los contornos del cerro buscando a unas llamas perdidas y, al arrancar unas matas de paja brava, encontró una rica veta de plata nativa. Otros dicen que debido al intenso frío, encendió una fogata, cuyo calor fundió el mineral y aparecieron hilos de plata pura chorreando sobre la tierra. Huallpa dio aviso a Juan de Villaroel, quien junto a otros españoles se asentaron en el lugar y promovieron la fundación de la Villa Imperial en las faldas del Sumaj Ork’o.

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No quiero extenderme mucho más, porque ya he hablado en otras ocasiones de las minas de Potosí, de su dureza como trabajo y de sus terribles condiciones. Acabaré recomendando un documental famosillo, sobre el tema, “La mina del diablo”, cuyo protagonista es aquel chico que ahora a sus 23 años estudia turismo haciendo prácticas en la mina que su madre, ya mayor, cuida y en la que tiene que entrar de vez en cuando para seguir pagándose sus estudios. El mismo chico que, tan amablemente, un día me enseñó su mina.

Ficha de la película: http://www.filmaffinity.com/es/film369460.html

Para ver online: http://www.youtube.com/watch?v=OkzFHaggNBo

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Yachay Mosoj

El Proyecto Yachaj (o yachay) Mosoj, “Nuevo Saber” en quechua, es otro proyecto que forma parte de la acción de la PASOCAP en Potosí. Ubicado en lo más alto de Potosí, el centro atiende desde el 2007 a los niños y niñas hijos de familias en donde generalmente el padre trabaja como minero y, por unas cosas u otras, poseen escasos recursos.IMG_0525

Este proyecto, financiado principalmente por KNH Alemania y con la colaboración también de Mission Potosí, ofrece servicios de comedor y educación en turnos de mañana y de tarde. Existen en Bolivia 3 turnos para la escuela, mañana, tarde y noche, y así se puede repartir uno el hacer otras cosas durante el día. En este caso, aprovechan a hacer sus tareas escolares en el centro.

Vamos con la parte del comedor primero. El centro, en su planta baja, es ocupado principalmente por un amplio comedor y cocina donde las familias, por 15 pesos bolivianos al mes (unos 2 euros) mandan a sus hijos a comer todos los días. Eso y la condición de que las madres vayan una vez al mes a ayudar a hacer la comida, pues son ellas mismas las cocineras y las que ayudan al mantenimiento del comedor. Cada niño dispone así de al menos comida cada día por un precio más bien simbólico. Sopa, y un contundente segundo plato de un menú dirigido y planificado por una nutricionista hacen que una parte importante de la salud de los niñas y niñas del proyecto, que tan desatendidos se encuentran muchas veces, se vea cubierta con creces. Luego de comer, cada niño coge su plato y se encarga de lavarlo, así como de cepillarse los dientes posteriormente. Los educadores encargados del centro participan de igual manera a la hora de comer, asistiendo y cuidando de que todos coman correctamente enseñándoles hábitos adecuados para ello.

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Luego está la parte educativa, vital en estos chicos. No voy a entrar a valorar la educación global que se presta en las escuelas de Bolivia porque no conozco del todo esa realidad (hay mucha diferencia de centros) y creo que sería meterse en un naranjal bien grande. Lo que sí aportaré es la visión, corroborada por gente experta, de que las familias no ofrecen un núcleo educativo sólido y fiable. Así, muchos niños y niñas se ven mal criados, mal educados, desatendidos, y mal aconsejados por sus propios padres. Esto, en general, es un problema más profundo que tampoco me corresponde analizar ahora, pero esto en definitiva hace que los que debería ser una parte fundamental en el buen desarrollo de cada niño se acabe viendo diezmada por la débil educación que se recibe de los padres.

Con todo ello, muchas de esas carencias educativas básicas han de ser suplidas por otras instituciones, en este caso, el Proyecto Yachaj Mosoj.

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En este, los niños y niñas se dividen por edades en 3 ambientes con su respectivo educador, y su plan metodológico abarca desde educación en la lengua y matemáticas, pasando por ciencias sociales hasta actividades lúdicas, de expresión corporal, debates sobre temas de actualidad, reflexión personal y variadas dinámicas que completan su desarrollo de una manera educativa no formal.

Así se consigue, no siempre al 100% obviamente, complementar una educación escolar y de familia que, como digo, desborda deficiencias a las que nosotros no estamos tan acostumbrados.

En cuanto a mi labor concreta, ha consistido en dar diferentes talleres en los tres ambientes. Desde técnicas de animación a la lectura, dinámicas de conocimiento personal, de comunicación y expresión, juegos cooperativos, actividades sobre el medio ambiente, dinámicas debate, etc. En general, dar un toque más lúdico a las actividades que normalmente se realizan, orientar y mostrar nuevas ideas de educar rompiendo con una educación más clasicista y buscando siempre conseguir los objetivos educativos marcados.

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Potosí

Segunda entrada sobre Potosí. En la anterior hacía referencia a lo que me había encontrado en los primeros días que estuve según llegué. Comentaba en el post pasado sobre el soroche (mal de altura), la disposición de la ciudad y algunos pequeños detalles que me habían llamado la atención. Ahora, con varias semanas a las espaldas, he llegado a conocer mejor esta pequeña ciudad que tanto da de hablar.

Potosí es una ciudad de estilo colonial, fundada en 1545, Patrimonio de la Humanidad y nacida a raíz de la explotación minera del Cerro Rico. Hasta hoy en día, eso no ha cambiado mucho.

Mantiene como digo el estilo de la época en la que los españoles se asentaron, con angostas calles, calzadas de adoquines desgatados por los carros, decenas de pequeñas iglesias con fachadas barrocas, preciosos balcones de madera carcomida y, todo ello, aderezado con el modo de vida de la población boliviana. A esto me refiero, sus micros “echadoresdehumonegro”, policías barrigudos vestidos de verde botella-militar, vendedoras ambulantes de plátano frito, maní y arvejas tostadas, cholitas con sus faldas y sombreros típicos, coches de importación norteamericana y japonesa y por supuesto, niños y adolescentes por doquier.

Porque si de algo puede presumir Potosí es de su infancia. No están faltos en los cientos de unidades educativas de chicos y chicas que ocupen sus pupitres, ya que Potosí tiene un alto grado de natalidad, teniendo las parejas entre 3 y 7 hijos (Tasa Global de Fecundidad: Hijos por mujer en Potosí es 4,5). Así, en contra de lo que acostumbramos en España, es fácil salir a la calle y ver jóvenes jugando al fútbol, chicas paseando, niños y niñas volviendo de su escuela con sus uniformes, etc.

Como digo, la mayoría de la “riqueza” (sí, entre comillas) viene de los minerales que se sacan de los cientos de túneles excavados en el Cerro Rico. Potosí no cuenta con industria de gran nivel, ni grandes comercios, ni siquiera con una red de servicios de las que podría destacar el turismo que garantice empleo a toda la población, así que el Sumaj Ork’o (en quechua Cerro Rico) y su minería continúa siendo la opción más fácil y rentable de llevar algo de plata a casa. Solo los hombres pueden entrar a trabajar a las minas, así que muchas mujeres se dedican únicamente a la casa o a vender productos en los mercados.

Al ser la minería un trabajo fácil y que sirve para ganar dinero, muchos escogen esta opción, a pesar de lo duro del trabajo. Creo sinceramente que pocos trabajos puede haber en el mundo que supongan tanto esfuerzo, mental y físico, como meterse todos los días en una boca de una mina y andar horas agachado tirando de carritos cargados de piedras, respirando un polvo mortal y con la incertidumbre de que una explosión de dinamita en un túnel superior haga caer el techo y ahí dejes tu vida. Eso, o te caigas por algún hueco de más de 20 metros. O que dentro de 20 o 30 años trabajando día sí y día también te encuentres con una tos que en pocas semanas te lleve a la tumba. Mal de mina lo llaman. Tuberculosis y/o silicosis.

No es de extrañar por tanto que los mineros no lleguen a las 50 años de vida, siendo Potosí la población de Bolivia con menor esperanza de vida (60 años). Raro es ver a un señor anciano por la calle…

Potosí también destaca por el frío, nada excesivo a lo acostumbrado en Europa, pero para los bolivianos es algo que resalta. Su temperatura promedio es de 8 grados y en algunos lugares del departamento de Potosí han registrado incluso los -20º. Para superar estas condiciones vienen bien las gruesas y cálidas pieles de llama y alpaca.

Con este panorama que presento, la vida en Potosí no es fácil, ni mucho menos. Prosperar aquí se hace un camino cuesta arriba que muchos deciden abandonar probando suerte en Sucre, Cochabamba o Santa Cruz, y eso, unido a un gobierno que no apoya en exceso las políticas de desarrollo social hacen de Potosí una ciudad estancada en su propio pasado, con gente curtida pero a la vez indefensa, orgullosa y resignada a su destino tantas veces escrito.

Potosí quiere avanzar, pero si no lo hace no pasa nada. Potosí tiene mil y una oportunidades de desarrollo, pero no parece que nadie ponga interés en hacer algo grande. Potosí vive anclada entre montañas, atrapada en un pasado minero del que no puede salir. Vive entre hojas de coca, polvo y humo. Y parece que así seguirá, como memoria de una colonización más que palpable, por los siglos de los siglos… hasta que el Sumaj Ork’o decida mostrar su última veta de plata.

Muchas de las fotos están tomadas de la página http://www.flickr.com/photos/cesarangel/ que recomiendo visitar. Propiedad de César A. Catalán  (encontradas en Google)

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NAT’s (1)

Bueno, ya iba siendo hora que os explicase un poco sobre el trabajo que estoy realizando por aquí. Muchos sabéis ya, colaboro con la PASOCAP (Pastoral Social de Cáritas de Potosí) en un par de proyectos suyos, ambos relacionados con infancia y adolescencia. El primero de ellos, y principal causa de mi estancia, es para con los NAT’s. El otro, YACHAJ MOSOJ, dará para otra entrada.

El Movimiento de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (NAT’s) no es único de Bolivia ni mucho menos. Existen en todo el mundo donde existe infancia y adolescencia trabajadora, cada uno organizado de una manera local.

En Bolivia, existe el UNATsBO, fundado a finales de los 90 y que tiene buena representación por parte de todos los departamentos, Tarija, Cochabamba, Sucre, Potosí, La Paz, Santa Cruz, … En Potosí, el Movimiento se denomina CONNATSOP y lleva activo desde 1998.

¿En qué consisten estos movimientos? Prácticamente, los movimientos de niños y adolescentes trabajadores lo que ofrecen es una oportunidad de encuentro y apoyo. En ellos, los miembros se sienten parte de una organización que les brinda la oportunidad de asociarse, de conseguir mejoras en sus empleos, de búsqueda de apoyo institucional y que por supuesto, ellos mismos deben mantener fuerte.

Quienes dirigen cada organización son los propios NATs, siendo el liderazgo un rol en constante cambo, ya que los propios adolescentes, una vez cumplan los 19 años, dejan de formar parte íntegra del movimiento, aunque puedan seguir apoyando de manera puntual. El movimiento no tiene fecha de entrada mínima, ya que desde hay niños y niñas que desde los 9 años (y de momento no conozco casos con menos edad) se encuentran trabajando para otras personas, recibiendo un pequeño sueldo.

Potosí cuenta con alrededor de 8.000 niños, niñas y adolescentes que trabajan. Las causas de porqué cada niño y adolescente empieza a trabajar son tan variadas como los trabajos mismos que pueden desempeñar, pero básicamente todo hace referencia a una falta de recursos económicos de las familias. Por poner el ejemplo de una familia media potosina, pongamos que el padre de familia trabaja (muchos en las minas, con lo que su esperanza de vida baja drásticamente), la madre se dedica a las labores de casa y además se soporta la carga de más de 5 hijos. Como es de esperar, el dinero no alcanza para todo (comida, ropa, alquiler, escuela, transporte, libros, etc.); así que los niños mayores de la casa se ponen a trabajar para pagarse su propia educación en la mayoría de los casos y algunos incluso hasta sus ropas y gastos personales. En futuras entradas sobre el tema, trataré una cuestión que genera conflicto por parte de muchos que no conocen (o no quieren ver) la realidad: que estas organizaciones no hacen más que fomentar el trabajo infantil, sirviendo para que muchos dejen el estudio y nunca lleguen a desarrollarse de manera íntegra.

Sé que sorprende conocer este tipo de movimientos, nosotros acostumbrados a escuchar solo noticias y anuncios sobre la búsqueda de la erradicación del trabajo infantil, que los niños no deben trabajar, solo estudiar, jugar, sonreír y hacer amigos y… sí, eso está muy bien. En el mundo de yupi. En el mundo real, los niños tienen que trabajar, como he dicho, para pagarse ellos mismos sus libros de la escuela, poder comprarse ropa e ir al peluquero para estar decentes. Así, por mucho que se intente, no se puede enterrar algo que nace con raíces profundas, un movimiento en el que los propios niños, niñas y adolescentes son los primeros en creerse que necesitan su organización tan útil y necesaria como sus escuelas.

Como cabe esperar, puesto que no dejan de ser niños y niñas sin experiencia en labores organizativas, estos movimientos reciben un fuerte apoyo exterior por parte de otras instituciones que se comprometen con ellos. Es el caso de aquí, en Potosí, con la PASOCAP (Pastoral Social de Cáritas) que destina un sector en esta labor y en la cual trabajo yo. Su labor es puesta al servicio de las necesidades de los NATs, destacando una apuesta por la educación: acompañamiento, talleres, charlas, apoyo escolar de las tareas, ayudas en las inscripciones escolares y sin dejar de lado otras como la obtención de financiamiento para sus actividades o la mejora de instalaciones y lugares propios de los NATs.

Espero que esto sirva para introducir el tema que en entradas posteriores pienso profundizar, dando así una visión global del mismo que valga para hacernos una idea.

El CONNATSOP en Facebook: https://www.facebook.com/pages/Connatsop/118918288304259?ref=hl

Y para más info: www.molacnats.org

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Comida en Bolivia

Cuando un español sale de su país debe pensar que en ninguna parte del mundo va a comer como en casa. Y así es, como la comida de España, seguro que en ningún sitio, pero eso sí, pensar que vamos a comer «mal» por estar fuera es un error.

Algo parecido me pasó a mí cuando llegué a Bolivia. No tenía ni idea de que se comía por aquí y a pesar de que la gente que ya había estado me aseguraba que se come muy bien, no terminaba de creérmelo, por aquello que dije al principio. Pero qué equivocado estaba; Bolivia es un país privilegiado de clima, tierra y naturaleza, con lo que comer «mal» no es posible aquí.

La dieta no es muy distinta que en España, aunque hay multitud de nuevos platos de los que a continuación hago una selección al haber probado la mayoría:

  • api de maiz morado

    Api:desayuno de maíz. Una especie de jugo que hacen con el maíz; se toma caliente,así como si fuese un vaso de leche con mucho chocolate ya que es espeso. Hay de varios colores según el maíz que se emplee para hacerlo, así resulta muy curioso el api de maíz morado. El sabor es interesante y dulce si se añade azúcar.

    salteñas

  • Salteñas:empanadas con caldo, las haysobretodo de pollo y carne. Uno de losalimentos que más echaré de menos son lassalteñas. Se toman solo por la mañana, algunas picantes, otras no; lo mejor es pedir las especiales, siempre están más ricas.
  • Chuño: antes de hablar del chuño, conviene recordar que aquí en Bolivia todo lo acompañan de «papa» cocida (patatas). Y de ahí el chuño, que no es más que la papa deshidratada. Aquí en Potosí la deshidratan en la propia calle: el clima seco y frío del invierno ayuda. Su presentación no es muy apetitosa a simple vista pero la verdad es que no tiene nada que ver el sabor con la pinta que dan. Os dejo foto:

    chuño negro

  • Llajwa: y otra de las cosas que acompañan a casi todos los platos es la llajwa, una salsa picante (picante de veras) que se elabora con tomate y locoto (ají picante). Lo que aquí dicen ají es para nosotros en pimentón, y su ají picante puede dar más de una mala noche a alguno.
  • Choclo: maiz gordo cocido. Choclo es una palabra proveniente del quechua y que para nosotros es el maíz de toda la vida. Pongo gordo porque es más grande y gordo que el que solemos tomar en España. Lo toman a todas horas y tampoco es algo para tirar cohetes, pero alimenta bien.
  • Silpancho: plato de arroz, con filete de res empanado, ensalada y un huevo encima. Pues eso, otro plato típico boliviano que se sirve en el orden que he escrito. Lo podéis ver en la foto:

    silpancho

  • Chicharrón: otro plato muy popular de Bolivia compuesto por carne de cerdo (tocino y corteza), cocinado en su misma salsa y acompañado de mote (granos de choclo cocidos), papas y llajwua.
  • Lapping: un plato muy rico: ensalada de tomate y cebolla con quesillo (el queso de bolivia), habas, y carne lapping (macerada con zumo de papaya y ajo)
  • Charke: Esta es curiosa. Es carne de res seca y fritada con mote, huevos cocidos, papas, quesillo…Puede resultar un poco grasienta, pero como es fina y seca no se nota mucho. De sabor muy rico. He puesto que suele ser de carne de vaca, aunque también la hay de cordero y de llama.
  • Charkekan de llama: así se llama. Plato típico de Potosí que aun no he probado. En breves lo haré realidad.
  • Kalapurka: otro plato tipiquísimo de Potosí es la kalapurka. Consiste en una sopa hecha de carne, papas, harina de maíz y ají molido que es lo que le da el toque picante especial. La curiosidad de este plato es que se sirve con una piedra caliente burbujeando en el plato. Esta piedra, de origen volcánico, tiene la característica de no soltar residuos, haciéndola apta para meter y calentar cualquier sopa. El plato se acompaña de mote y aunque parezca que con un plato no es suficiente para saciarnos, es bastante pesada en cuanto a digestión se refiere, pero su sabor lo merece:

    kalapurka de Potosí

  • Sopa de Quinua: La quinua podría dar para un post entero, pero no entraré tanto en detalles. Este cereal, la quinua, posee grandes propiedades alimenticios e importantes valores nutritivos que en este tiempo se están estudiando. Incluso en el campo de Bolivia, de donde es originario, es sustitutivo muchas veces de la carne. Ya es comercializado en Europa y seguramente tendrá más repercusión de aquí a unos años. Se puede preparar de mil formas, pero la que señalaba aquí, sopa de quinua: con verduras, papas y carne.
  • Sopa de maní: sopa de cacahuete. No la he probado pero la señalo dentro de las mil variedades de sopa que existen; no se me negará que al menos es curiosa.
  • Cojopollo: es una planta que sale entre los maizales y solo se puede tomar cuando es temporada. Se cocina con papas, habas y arvejas (nuestros guisantes) y por supuesto, se acompaña de llajwa.

Y ahora vamos con lo que más envidio de Bolivia en cuanto a alimentos se refiere, la fruta. Sí, porque seguramente no haya otro país en el mundo donde la fruta sea tan natural y auténtica como aquí, y además esté tan rica y haya tanta variedad. Os pongo algunos ejemplos que no son comunes en España:

  • Pacay: fruto del árbol con el mismo nombre. Es una especie de algodón dulce.
  • Carambola: no sabría explicar muy bien su sabor, dulce y fresco.
  • Tuna: fruto del cactus. Lo malo de él son las pepitas, que hay quien las quita, pero es muy nutritivo.
  • Sidra: fruto parecido al pomelo o limón, más grande
  • Plátano de freir: una variedad de plátano que se cocina, al vapor, al horno, frito…
  • Yuca: también lo podemos encontrar en los supermercados de España. Se cocina igual que el plátano de freir

Estos son un poco los más «raros», pero como os digo hay todo tipo de fruta (mil variedades de plátano, durazno o melocotón, sandías, melones, papayas, peras, manzanas, naranjas, maracuyás, chirimoyas, mangos, frutillas o fresas, piña y así podría seguir un buen rato. Y de ahí por su puesto, los jugos (zumos):

  • Refrescos de sésamo y linaza: agua con ázucar y sésamo o linaza licuados. Curiosos siempre los refrescos con frutos secos
  • Jugos y batidos de frutas: melón, mango, papaya, de cereales (maiz, ajonjolí, cebada). De lo mejorcito

Esto es más o menos lo que he ido viendo y experimentando en cuanto a la comida boliviana. Seguramente me deje mil cosas y si hay algún error, animo a los compañeros bolivianos o que sepan de gastronomía boliviana que me corrijan.

La última mención la haré para las hamburguesas callejeras que mi amiga Mara (previa estancia en Potosí) me recomendó. Cuando uno da un paseo y ya no hay salteñas para comer, se abren los puestos de hamburguesas, que se sirven, como bien habréis adivinado, con papas fritas y llajwa. A precios baratos para nuestra economía, esta cena es una solución bastante recomendada, aunque no para todos los días como me dijo Mara. No podría ser muy bueno para el corazón 🙂

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Carnavales

Colorido, música, agua y muchos muchos bailes hacen del carnaval boliviano algo digno de presenciar al menos una vez en la vida.

 

Me sorprendió la duración del Carnaval en Bolivia. Pueden estar un mes tranquilamente, fin de semana a fin de semana, incluso días intermedios, celebrándolo. Y no es como los carnavales que estamos acostumbrados a vivir en España, más en la Península, ya que es, digamos, tipo Tenerife. En cada ciudad tienen su propio carnaval y suele coincidir en las mismas fechas, mediados de febrero. Al ser una fiesta de elevada importancia, el país y su actividad cesan ligeramente, más en fines de semana, donde la gente se centra únicamente en vivir el carnaval.

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Morenadas, diabladas, caporales, y cientos de bailes más poseen los cuerpos de los bolivianos y bolivianas y les hacen desfilar a sus variados ritmos. Cada comparsa o grupo se dedica a un solo baile, con su música característica y por supuesto sus trajes típicos, a cada cual con piezas más coloridas y elaboradas.

 

Dicen (y será verdad) que en Oruro se celebra uno de los carnavales más importantes y espectaculares del mundo. De repercusión más allá de las fronteras bolivianas, acuden al mismo personas de Chile, Argentina, Perú e incluso Estados Unidos, comprobado in situ. El desfile dura desde las 8 de la mañana hasta las 3 de madrugada del día siguiente, sin parar de desfilar grupos y comparsas con sus orquestas, animando y ofreciendo a los espectadores (miles) sus dotes para la danza. Y así durante dos días, increíble.

Es tal la repercusión nacional de los carnavales que cuentan que la invasión, hace tiempo ya, de parte del territorio boliviano (la única que daba al mar) por parte de Chile se produjo mientras se celebraba el carnaval, con lo que pilló distraído a cualquier boliviano capaz de responder a la afrenta.DSC02446

 

En Potosí, a parte del carnaval normal, se celebra el carnaval minero, donde las cooperativas de mineros se relajan durante un fin de semana y desfilan por las calles de la ciudad al son de la música unida a ritmos de martillos y piquetas,  y explosiones de dinamita de fondo. También los escolares tienen su propio carnaval, en donde la espuma y el agua están a la orden del día para embadurnar a cualquier persona, hacerla partícipe de la fiesta y celebrar la rivalidad entre colegios de una manera divertida y única en todo el año. Como bien se dice, en carnaval está prohibido enfadarse. Al que no le guste mojarse que no salga en a la calle. Al menos por un mes.DSCF2052

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Llegada a Potosí

Llegué a Potosí hace ya dos semanas, pero hasta ahora, entre unas cosas y otras no me he puesto con el blog. Además, este tiempo me ha servido para conocer bien la ciudad y adaptarme un poco.

Después una salida más que caótica de Cochabamba (más de hora y media esperando, y encima se enfadan…) llego a Potosí, a su terminal de buses, una especie de platillo volante azul, gigante que no pega nada con lo que es Potosí, pero que pese a ello,a todo el mundo encanta. Debe ser porque la anterior era peor.

Terminal de Potosí

Terminal de Potosí

Por el tema de la altura, que muchos me habéis preguntado, no os preocupéis, todo fue bien. Las primeras horas se nota, es cierto, presión en la cabeza y de cualquier esfuerzo se tarda el doble en recuperarse. El corazón late más rápido y al final del día eso se materializa en forma de cansancio. Por lo menos es lo que me pasó a mí, pero los efectos son diversos dependiendo de la persona. En dos días el cuerpo se acostumbra y la presión de la cabeza va desapareciendo, aunque la recuperación después de algún esfuerzo sigue siendo costosa.

Para acentuar esto que os digo, hay que señalar que Potosí está en cuesta, literalmente. Solo la parte más nueva (donde está la terminal) esté más en plano; el resto, todo subidas y bajadas, algunas dignas de verdad. Así que el esfuerzo de recuperar aliento, sobretodo los primeros días, es notable.

Y, como en Cochabamba, el humo de los micros inunda la ciudad. Eso y los perros, cientos de perros vagabundean por la ciudad: solitarios, en parejas, en grupos; de razas variadas y por supuesto, nada cuidados, porque no son propiedad de nadie, únicamente parte ya de Potosí. Comen lo que encuentran, restos de comida en los mercados y basuras cerca de los escasos contenedores que hay.Hay pocos, o quizás ningún, edificio de más de tres pisos, la mayoría planta baja, antiguos/viejos, así que a pesar de no tener una alta población, la ciudad es extensa, como en Cochabamba. El paisaje que rodea a Potosí son montañas, de color marrón grisáceo, y al fondo incluso se pueden ver las nieves de cumbres más altas que sin embargo parecen estar a la misma altura y que traen vientos helados. Lo más espectacular y característico de todas formas es el Cerro Rico que domina la ciudad y del que en otro post hablaré concretamente.

Con todo ello, cada vez encuentro más divertido y curioso pasear por Potosí. Andar por sus calles angostas, esquivar personas y coches por las aceras (ambos sí), saltar heces de perro y grietas, evitar socavones y el respirar cuando cruza un micro, todo ello unido a descubrir en cada esquina un nuevo rincón en forma de tienda, puesto para comida o la más distinguida fachada de la epoca colonial.

Seguramente volveré a escribir sobre Potosí, en cuanto me informe mejor, de modo que espero que a muchos les sirva por si algún día se animan a visitarlo.

Siguiente entrada, sobre el Carnaval, algo insólito que no me esperaba encontrar, y digno de mención sin duda alguna.

¡Hasta la próxima!

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Cochabamba

Cochabamba desde el avión parece una ciudad de juguete. Las casas, cada una distinta a la siguiente, perfectamente ordenadas en cuadras o lo que nosotros llamamos manzanas pero…¿ordenadas? veremos… porque eso solo es una ilusa sensación área.

Lo primero a resaltar una vez en tierra quizá sea el tráfico. Antiguas movilidades dan ambiente a las calles entre ruidos de motor, bocinas con sonidos reducidos y humo negro de los tubos de escape. Me contaron que hace tiempo el gobierno boliviano obligó a cambiar la bocina de todos los coches y microbuses por la contaminación sonora que generaban, así, ya puede todo el mundo pitar tranquilo. Es la norma, se pita por todo, minipitidos de menos de medio segundo: en cada cruce o cuando alguien desiste de caminar por las aceras, para avisar de que arranco o cuando algo ralentiza el ritmo normal de la circulación

Lo siguiente que uno se fija en cuanto sale a caminar son las aceras. Es difícil andar sin mirar al suelo para evitar tropezar entre los miles de boquetes y grietas que surcan las angostas aceras. Ahí se entiende que la gente prefiera ir por el asfalto, dominio de los autos, aunque tampoco hay que relajarse porque los baches también están presentes en este territorio.

De Cochabamba destacan sobretodo los colores. Aire negruzco, suelo gris, fachadas marrones, beiges, de amarillos descoloridos, naranjas, granates desgastados o blancos grisáceos y al fondo, el verde y el marrón. Estos dos últimos predominan a las afueras, a lo lejos, como queriendo invadir la ciudad. La cordillera que domina Cochabamba parece un paisaje dibujado por un niño con pinturas de cera, si recordáis, os podréis hacer a la idea.

Panorámica de Cochabamba

Panorámica de Cochabamba

Obligado subir al Cristo, el más grande de toda latinoamérica, accesible en teleférico o por escaleras para los más valientes, y contemplar desde arriba la inmensidad de la ciudad, porque si aun no lo he dicho, Cochabamba está enormemente extendida, con las casa más nuevas aun escalando las colinas al fondo. No se ven muchos edificios altos y eso provoca la gran extensión de viviendas por el terreno que ocupa una ciudad de «solo» un millón de habitantes.

Información sobre el Cristo de Cochabamba

Información sobre el Cristo de Cochabamba

Otra cosa que no habría que dejar de hacer en Cocha es montarse en algún transporte público, ya sea uno de los trufis (pequeños miniautobuses) o en los micro (autobuses típicos de la ciudad). Son millones los que recorren la calzada, entre bocinas insistentes y humos grises, cada uno con recorridos diversos que atraviesan por completo la ciudad.

De ahí, perderse por las calles del centro y llegar a la cancha, el gran mercado de Cochabamba, donde podremos encontrar desde la fruta más extraña hasta el mueble más antiguo. Post aparte tendrá la comida del lugar, ya os explicaré los motivos.

Y no quería despedir esta entrada sin mencionar la película También la lluvia, rodada en Cochabamba, que a parte de para disfrutar y pensar sobre la historia propia del largometraje, nos servirá para hacernos una idea  de la ciudad y posteriormente, buscar esos lugares en el mismo terreno.

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Preparativos

Para venir a Bolivia hay que tomarse algo de tiempo para mentalizarse de donde va uno, y esa mentalización incluye ciertos pasos:

  1. Hacerse a la idea de que se va a un país en vías de desarrollo, con lo que los servicios, la organización, las calles, el tráfico, la comida, la gente y la sociedad en general son distintos seguramente a lo que uno está acostumbrado. En unos aspectos, si comparamos, y obviamente filtrando el gusto de cada persona, podríamos decir que una cosa es peor o mejor que otra que llevamos viviendo toda la vida.
  2. Sea por la región geográfica y natural, algunas vacunas son recomendables. La rabia,por aquello de los perros sueltos por las calles, que si uno es juguetón con los mismos todavía puede tener algún percance; fiebre amarilla, difícil que te toque (hubo sólo 2 casos en el último año, incluyendo bolivianos); fiebre tifoidea (tifus) por si se es aventurero en el comer. De ahí podíamos sacar alguna vacuna más, pero con esa prevención resulta más que suficiente para los no hipocondríacos. Eso sí, viajar siemprecon seguro médico y evitar beber agua del grifo, tomar alimentos crudos o fruta (los primeros días sobretodo) y cuidarse de tomar lechuga que no haya sido bien tratada.
  3. Si se viaja al altiplano (he aquí Potosí) hay que vigilarse mucho con el mal de altura el soroche. El cambio de vivir a menos de 1000 metros para acomodarse a más de 3000 no es algo que haya que tomarse a la ligera. Lo más recomendable es aclimatarse antes en alguna ciudad un poco elevada (Cochabamba o Sucre) antes de venir directamente aPotosí. Pasar unos días en un lugar intermedio hará que la adaptación sea mejor y nuestro cuerpo vaya tomando conciencia de a lo que le vamos a someter. El mate de coca, popular en toda Bolivia, y la existencia de unas pastillas que venden solo aquí llamadas Sorojchi Pills (muy parecidas en composición a las Aspirinias nuestras) son productos que nos ayudarán a soportar los efectos del soroche: dolor de cabeza, músculos agarrotados, cansancio repentino, diarreas o vómitos, son algunos de los malesque nos podrían acusar, aunque como en todo, cada persona es única y su cuerpo reacciona de una manera, con lo que algunos podrían llevarse una que otra sorpresa. En dos o tres días el cuerpo ya se habitúa, así que solo queda empezar a explorar como siguiente paso.
    mate de coca

    mate de coca

    sorojchi pills sorojchi pills

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